La Magia de la Navidad, una historia para contar a los más pequeños 17/12/2015

Al crecer, olvidas la magia de la Navidad. Muchas veces se reencuentra cuando nos convertimos en padres al intentar recrear a nuestros hijos la misma atmósfera en la que crecimos.

Inspirándonos en otras historias navideñas, observando a nuestros hijos y a nuestra casa, podemos adaptar un cuento para relatar a los niños en la víspera de Navidad, haciéndolos dormir llenos de esperanzas y alegrías ...

Esta es mi historia ...

Había sido un largo y frío día de invierno. Las niñas, por la mañana, habían abierto la última ventana del calendario de Adviento y finalmente esa noche algunos de sus deseos se harían realidad.

Antes de acostarse, prepararon al un lado del árbol de Navidad, un platito con sus galletas favoritas, una taza de leche y una zanahoria.

Sin hacer alboroto se pusieron la pijama, se cepillaron los dientes y se metieron bajo las cobijas. ¡El beso de las buenas noches esa noche fue muy especial!

El silencio y la paz reinaban en la casa, mientras las hermanitas soñaban dulces pensamientos con perfume a galletas y dulces.

Repentinamente, afuera, se escucho un fuerte estruendo y las niñas se despertaron sobresaltadas. ¿Pero, qué estaba pasando?

Tomaron fuerza y se animaron a abrir la ventana para mirar afuera. La luz de la luna sobre la nieve recién caída, hacía brillar y resplandecer el jardín, los árboles, el tobogán y la casita... todo estaba blanco y silencioso, cuando de repente, un resplandor rojo parpadeó frente a sus ojos y luego silencio otra vez. Las niñas estaban asustadas pero tenían curiosidad y continuaron mirando.

Desde arriba, una tenue luz roja se acercaba y frente a ellas desfilaron nueve renos y un trineo conducido por él… si precisamente él, ¡había llegado Santa Clous!

Sus renos eran más rápidos que las águilas y los llamaba por nombre: Rodolfo era el reno que guiaba a los demás y tenía esa simpática nariz roja que iluminaba el camino. Detrás y en parejas Brioso y Bailarín, siguieron Juguetón y Acróbata, luego Cometa y Cupido y finalmente Relámpago y Trueno.

"HO HO HOOOO! Rodolfo! ¡baja en este techo! Gritó Santa Clous.

Los renos brincaron arriba sobre el techo y luego volvieron a bajar. Inmediatamente después, se escucharon los golpes de los cascos y luego un golpe sordo.

Las niñas salieron corriendo de la habitación, bajaron corriendo las escaleras y se escondieron detrás del sofá. "Silencio", susurró la hermana mayor a la pequeña.

Todavía se escuchaban ruidos de cascos, luego un ruido sordo y tan pronto como voltearon vieron a Santa Clous que ya había bajado por la chimenea.

Estaba vestido con terciopelo rojo y una suave piel blanca de pies a cabeza. Tenía un cinturón negro con una hebilla dorada y también guantes negros y botas. ¡Sus ojos! ¡Cómo brillaban sus ojos! ¡Y los hoyuelos! ¡Estaba tan sonriente! Sus mejillas estaban rojas por el frío y su nariz parecía una cereza en su barba blanca como la nieve. Era regordete y alto y parecía como un duende adulto.

Puso su saco grande y pesado en el suelo, tomó una galleta y se la comió. Las migajas se detuvieron en la barba, luego bebió la leche y se metió la zanahoria en el bolsillo.

Las niñas se rieron y él las vio desde su escondite. Él sonrió y les guiñó un ojo. No dijo una palabra, se arrodilló y abrió el saco. Buscó cuidadosamente dos regalos con grandes moños y los colocó en el suelo al pie del árbol. Cargó el saco sobre su hombro, puso su dedo en su nariz, asintió y luego desapareció por la chimenea.

Silbó a los renos, saltó sobre el trineo, nuevamente se escuchó el ruido de los cascos y luego el silencio.

Las niñas se apresuraron a regresar a su habitación y miraron por la ventana. Solo podían ver esa luz roja que se desvaneció y desapareció en la oscuridad de la noche camino a casa de otro niño en el mundo.

¡Feliz Navidad a todos y a todos buenas noches! HO HO HOOO!